Ella estaba inmersa en el trabajo; en aquel momento encarnaba a una mujer que le encantaba; una mujer fuerte, graciosa, libre, segura de sí misma, valiente. Se identificaba con este nuevo personaje en muchos aspectos y realmente disfrutaba de su poder femenino conquistando a esos dos hombres en un búnker en plena guerra civil española. Era un festín de emociones, de sensaciones, un verdadero orgasmo actoral. – Ojalá lo que estamos viviendo aquí se vea plasmado en la gran pantalla, pensaba- lo sutil, lo etéreo, lo intangible.
-¡Es todo por hoy! Seguimos mañana a las 9.00. Gracias a todos.- Estas palabras del director, seguidas por los aplausos de todo el equipo la sacaron de su dulce momento de evasión. Ya visiblemente cansada se dirigió hacia su coche. Necesitaba descansar y desprenderse de esa energía adquirida de Zośka; así se llamaba el personaje principal de la película. Necesitaba salir de su mente, de sus pensamientos y emociones.
– Señorita, a cuanto se puede ir por aquí – Un jarrón de agua fría. No hay nada mejor que un agente de policía en la carretera para sacarte de cualquier personaje en un pispás.
– ¿A 100? … – respondió ella algo nerviosa.
– ¡A 90!, pero usted iba a 120.- sentenció el hombre.
– ¿A sí? Lo siento, tenía prisa, acabo de salir de un búnker. Llevaba todo el día secuestrada y con un calor…
– ¿Búnker? ¿Secuestrada? ¿Por quién? – El agente no daba crédito.
– Ah perdón, estoy grabando una película de la guerra… Secuestrada por dos soldados del bando contario.
– ¡Yo sí la secuestraría a usted! – replicó el policía.- ¡Anda, váyase! pero conduzca más despacio.
Se marchó corriendo sin replicar, no vaya a ser que este hombre cambiara de opinión y le pusiera una multa, o peor aún, le pidiera su número de teléfono.
Le encantaba llegar a casa, especialmente en verano, cuando el jardín estaba lleno de rosas de todos los colores: coral, ocre, carmesí, magenta. Antes de hacer las tareas de cada día se tumbaba en la sombra e intentaba repasar en su mente las secuencias del día siguiente. Tocaba sumergirse en unas emociones muy difíciles; emociones pesadas como las piedras que suelen llevar los peregrinos durante el Camino de Santiago. El peregrino mientras avanza por el camino va dejando esas piedras por los senderos y así, de manera simbólica, libera su alma del dolor y de los problemas. Ella estaba todavía a dos semanas de sentir una liberación parecida, porque ese era el tiempo que quedaba para acabar el proyecto y despedirse de Zośka para siempre. Despedirse… para siempre.
………
Este grito desgarrador salió de lo más profundo de su garganta, no podía parar de llorar. Se levantó y miró su teléfono móvil, eran las 3 de la madrugada y no tenía ninguna llamada perdida. – ¡Qué pesadilla tan horrible!, ¡qué realista! – sollozaba mientras bajaba a la cocina intentando calmarse. Su corazón palpitaba a un ritmo descomunal. Su cuerpo no entendía que solo era un terrible sueño. Se sentó con una taza de tila; encendió un incienso y empezó a escribir para acordarse bien de cada detalle tan espantoso y fascinante a la vez.
– Beatunia, Beatunia, eyyyy, escucha… ¿Me escuchas?
– ¿Abuelo, qué haces aquí? – Su persona apareció de la nada justo en frente de ella.
– Escucha… he muerto ya, te lo puedes creer, te lo crees, esto es increíble, estoy muerto ya -risa.
– Qué dices abuelo, para ya… no es verdad. – Le miraba incrédula y sin entender lo que estaba ocurriendo.
– Qué sí Tesoro, qué sí, acabo de morir.- insistía el hombre con ligereza.
– No es verdad. No es cierto; yo te veo. No me asustes; esto no es divertido. Para ya, si estás aquí, aquí conmigo.- El agobio que sentía crecía por segundos, no quería escuchar estas idioteces.
– Mírame… mira, estoy muerto -risa-, muerto, así de repente, adiós, adiós, adiós Beatunia, adiós, adiós, adiós…- La nítida imagen del hombre que amaba tanto, el hombre que la crió y le hizo de padre empezó a desvanecerse y desapareció.
– ¡Abuelooo, noooooooooooooooooooo! ¡Aaaah! -llorando.
Grito, lágrimas, silencio…
Antes de acostarse de nuevo, volvió a mirar la pantalla del teléfono. Nada, ningún mensaje, ninguna llamada. Menos mal! Al día siguiente iba a llamar a su abuelo para decirle que en dos semanas se acababa el rodaje del Destierro y ya tenía billetes de avión para ir a verle, para escuchar su dulce voz… – Beatunia,- así la llamaba cariñosamente.
Se despertó antes de que sonara el despertador, lo primero que le vino a la mente fue el sueño de hace unas horas. Todavía inquieta y con el corazón en vilo cogió su teléfono. Eran las 6 de la mañana, tenía seis llamadas perdidas de hace media hora: cuatro de su madre y dos de su abuela. Con la mano temblorosa, marcó el número de su abuela mientras lágrimas iban llenando sus ojos.
– Abuela, lo sé… lo sé… ha venido a decírmelo – consiguió pronunciar con una voz entrecortada y triste -, lo siento mucho. Dime ¿a qué hora se fue?
– Alrededor de las 3 de la mañana, tesoro.
Silencio.
Ella quizás no era tan fuerte como el personaje de Zośka que encarnaba, pero aquel día reunió todas sus fuerzas para poder actuar; para un tal momento la estaban preparando en la escuela teatral. – Recordad, chicos,- les decían, – un día vais a tener que afrontar una situación muy difícil en vuestras vidas y ese mismo día tendréis que seguir en el escenario. Cuando ocurra esto, usad ese dolor para hacer arte, para crear, para regalárselo al público.
Y eso hizo ella con mucho valor. Las difíciles secuencias de dolor de aquel día se las dedicó a su abuelo. Sentía que él estaba allí viéndola actuar, que estaba a su lado en aquel búnker, envolviendo a todos con su energía mágica sin que nadie del equipo lo dudara.
Al terminar aquel día escribió: –Nos separa solamente el tiempo. Gracias Abuelo por enseñarme que la conexión y el amor existen más allá del cuerpo, del tiempo y del plano terrestre. – Y si pensáis que fue la única vez que él la visitó, estáis muy equivocados, pero este ya es un tema para otra historia.
….
by Beata Kowalska