Esa mañana llovía a cántaros y tenía la abrumadora sensación de que el amanecer llegaba más lento de lo habitual. Dieron las seis y media. A todos los que tenían que levantarse a esta hora se les vino a los labios el título de la conocida canción “Muerte a los despertadores”. Alil se puso de pie, abrió un ojo, luego lentamente el otro y… suspiró tan profundamente como lo hace la gente que tiene que ir a trabajar por la mañana. Ese era el caso. Sin embargo, no esperaba que este día quedara en su memoria para siempre.
Pero empecemos desde el principio. Alil era francesa, pero también tenía sangre española de parte de su abuela materna. Había nacido y crecido en Lille, al norte de Francia. Era la hija única del matrimonio de Montagne. Su padre era un conocido empresario de la región y su madre era una pintora, cuya familia vivía cerca de Grasse, en el sur de Francia. Muy distantes eran las ciudades de las que provenían, como también lo eran sus caracteres. La forma en que percibían el mundo difería significativamente. Es difícil creer que estos dos satélites distantes pudieran combinarse en una sensación duradera y ardiente. Pero así fue. Se complementaban, amaban y respetaban mutuamente. El único fruto de su amor era Alil. Puesto que había nacido en mayo, su madre, amante de la naturaleza, especialmente de las flores, la había llamado Alil. Este nombre inusual era la palabra Lila leída al revés ¿Por qué tal decisión? Es solo que las lilas florecen en mayo, nada más. Su mamá, una artista nata, tenía una gran imaginación. La repentina muerte de su madre había interrumpido su infancia feliz. El padre, incapaz de hacer frente a la pérdida de su esposa, se había dedicado por completo al trabajo. Alil, al entrar en su vida adulta, quiso que su padre saliera de su estancamiento y terminara el período de duelo. Quiso que él la viera y estuviera orgulloso de ella. Así que ella siguió sus pasos e hizo con éxito una carrera en, digamos, el ambiente de la química. Habiendo heredado la habilidad para los negocios de su padre y la sensibilidad por la naturaleza de su madre, se convirtió en una valiosa experta en fitomejoramiento. Era muy dedicada a su trabajo científico y todas sus acciones estaban dictadas por el cuidado de la madre naturaleza. Pero resultó que sus objetivos no coincidían con los perseguidos por la empresa en la que trabajaba. Como siempre, la empresa tenía un objetivo: las ganancias, y los temas de ecología eran solo eslóganes vacíos en el anuncio publicitario.
Le acababan de dar un aviso de despido esa mañana. Mientras cerraba la puerta de la oficina de su jefe, pensó: “Bufff, así es como se suponía que debía ser ¡Estoy harta de estos bufones! ¡¿Por qué yo tampoco me fui antes?! Mi madre siempre me decía que no hay mal que por bien no venga … y tengo que reconocer que tenía razón. Y agregó en voz alta:¡¿Por qué debería ser diferente esta vez?! Furiosa y desgarrada por emociones extremas, corrió frente a la sede de la empresa, olvidando que el cielo seguía “llorando”. Se quedó allí bajo la lluvia sintiendo ira, desacuerdo con la injusticia, pero también impotencia… Se quedó llorando como una niña pequeña. Y como las gotas de lluvia que caían por sus mejillas camuflaban los ríos de sus lágrimas… lloró en voz alta… hasta que las emociones negativas la abandonaron. Respiró hondo y comenzó a caminar hacia la casa. Alil vivía sola, sin considerar a un perro salchicha con el sugerente nombre de Largo. Ocupaba el ático bastante espacioso de una antigua casa de vecindad. Tenía su oasis allí – un invernadero con docenas de flores maravillosas. Se ocupaba de ellos y les dedicaba toda su investigación.
Hablando objetivamente, la realidad no era brillante. Sin embargo, un evento cambió su destino. No mucho después de que la despidieran de su trabajo, estaba comprando en un supermercado local como de costumbre. Había seleccionado eficientemente algunos artículos necesarios, los había agregado al carrito y se había parado en la fila de la caja. Desafortunadamente, da la casualidad de que la velocidad de la compra es inversamente proporcional al tiempo que se pasa en la fila para pagar. Y esta avanzaba a paso de tortuga. Por un momento incluso quiso dejar el carrito e irse, pero el sentido común le decía que permaneciera en este impasse. Bueno, la visión de la mañana sin su café favorito, que acababa de poner en su cesta, fue lo suficientemente convincente como para quedarse. El único consuelo era mirar las flores en macetas, por las que tenía una debilidad no disimulada y que estaban alineadas en una estantería metálica junto a la caja registradora. Al lado derecho estaban las frescas de la entrega de la mañana. A la izquierda, las de la semana pasada que parecían ya no ser objeto de admiración para nadie. Secas y caídas, no animaban a comprar. Alil todavía estaba en la fila, bebiendo nerviosamente el agua embotellada y leyendo sus ingredientes por aburrimiento. Esta monotonía fue repentinamente interrumpida por una frase susurrada por alguien: “Caramba, qué sed tengo… Y yo… Y yo también”, resonaron otras voces tranquilas. Un poco sorprendida, Alil miró a su alrededor, pero ninguna de las personas a su alrededor le parecía lo suficientemente sedienta como para ser la autora de esta frase. Rápidamente tomó dos sorbos más de agua y la misteriosa voz le habló de nuevo: “¡El agua fría te dará salud!”¡Vamos, dame un sorbo, por favor!”. Alil miró a su alrededor, pensando que alguien se estaba burlando de ella. Las expresiones de los demás en la cola no levantaban sospechas, por lo que pensó que tal vez le estaba pasando algo extraño. Concluyó que ciertamente era la falta de cafeína normalmente suministrada a su torrente sanguíneo por medio de su café de la mañana lo que estaba causando las peculiaridades que acababa de experimentar. Acercándose a la caja registradora de la tienda, escuchó el susurro nuevamente: “Soy yo, Calathea, llamándote ¡Mírame!” Alil forzó la vista para ver … una planta de interior hablándole. Alil primero frunció el ceño, luego abrió mucho los ojos con asombro y susurrando a su interlocutor, dijo: “¿Cómo es posible que hables y que pueda entender lo que me estás diciendo?” La planta respondió en un tono tranquilo: “Es simple, de hecho. Te encantan las plantas, como decía el clásico “Sólo con el corazón se puede ver realmente.” Alil lo pensó, le sonrió a Calathea y acarició sus hojas suavemente, y agregó: “Es verdad.” A lo que Calathea añadió: “¡Vamos, basta de estas amabilidades, que tenemos sed!¡Un momento más y estaremos muertas!”. A Alil le hizo gracia la honestidad y la franqueza de Calathea, y se rió a carcajadas. Al notar que la gente la miraba fijamente, se puso seria, pero al cabo de un rato, como si nada, empezó a regar las plántulas con agua de su botella, que no era mineral normal, sino la propia Perrier. Al sentir la diferencia de sabor, una de las plantas comentó: “Hmmm, delicioso ¡no lo había bebido antes!”, lo que nuevamente hizo que Alil sonriera ampliamente. Las personas que estaban junto a ellas y observaron toda la escena durante un rato probablemente se preguntaron si esta chica estaba bien. De hecho sí; simplemente que no es muy común que un ser antropoide tenga tanta sensibilidad nata hacia la naturaleza como la que tenía Alil.
Las acciones posteriores de Alil también asombraron a la clientela del local, ya que ella decidió comprar todas las plantas marchitas y así salvarlas de la muerte inevitable por deshidratación. Por lo tanto, toda la colección terminó bajo el techo de paja de la casa de Alil. Y entre ellos se encontraban la señora Chamedora, que prefería presentarse con su nombre de soltera: Chamaedorea elegans, la señorita Kalanchoe de la noble familia Kalanchoe blossfeldiana, la señorita Peperomia, el señor Zamioculcas zamiifolia, las hermanas Stephanotis floribunda, y otros especímenes no menos dignos de mención pero que por consideración al lector obviamos aquí. Pasaron varios días antes de que los protegidos de Alil recuperaran toda su fuerza. Durante este tiempo, Alil los rodeó de cuidado y ternura. Ellos correspondieron contando historias divertidas de sus vidas. Gracias a sus invitados, Alil aprendió los secretos del cultivo de cada una de las plantas. A partir de ahí supo qué ingrediente usar y en que proporción darle a la planta las condiciones óptimas para su desarrollo. Este secreto botánico le fue confiado solo a ella. Así, gracias a sus nuevos amigos y sus recetas secretas, los nutrientes vegetales Alil conquistaron el mercado hortícola de todo el mundo. El padre de Alil estaba muy orgulloso de su hija por haber confiado en su intuición, pasión y amor por las flores. Se dice que estas recetas secretas se transmiten de generación en generación por los descendientes de Alil.
…
by Simetra