Hablé con Erin sobre Valentin, pero no parecía muy interesada. Todos sabemos acerca de la regresión; estas anomalías son de conocimiento general hoy en día, aunque ya se producían en cierta medida desde los inicios de la humanidad. Además, parece ser un fenómeno bastante exponencial: Cuanto más evolucionados somos, más retrocedemos a un estado primitivo. Por eso se lo conoce como: vuelta al origen. Es una condición innata que consiste en tener un estado más primitivo de evolución mental. El intelecto es más bien un continuo, producto de muchos factores que podrían resumirse en el medio ambiente y la predisposición genética; por tanto, hay muchos grados de regresión y, mientras no afecte a la capacidad del individuo para vivir, evitamos los tratamientos psicotrópicos. Desde el punto de vista de la sociedad, este proceso es indeseable, por supuesto, pero la eugenesia no interfiere porque sencillamente no sabemos lo suficiente al respecto como para considerarlo un atavismo inútil que necesite ser desarraigado genéticamente.
Los intelectos han evolucionado de forma exponencial y bastante homogénea en el periodo conocido como el salto intelectual: desde principios del siglo veintitrés hasta finales del siglo treinta. Hoy en día, nuestros intelectos difieren significativamente de los de las personas de antes del salto. La asimilación de computadoras en los procesos intelectuales nos llevó hacia un pensamiento altamente analítico. Los datos pueden ser traídos a la memoria fácilmente, pero la interpretación sigue siendo humana. La filosofía cognitiva se volvió extremadamente importante para comprender plenamente nuestro nuevo papel en el mundo. Nuestro físico se volvió casi irrelevante para la sociedad, pero nuestras mentes adquirieron una nueva importancia. Hubo un largo periodo de incertidumbre porque comprendimos que nuetro potencial de evolución y construcción podía convertirse fácilmente en involución y destrucción. La batalla filosófica entre existencialismo, nihilismo y relativismo fue truculenta, pero dio origen a una moral universal necesaria para salir del estancamiento en que había caído la sociedad a mediados del siglo veintidós. A principios del siglo veintitrés, la sociedad mundial ya había alcanzado un consenso sobre el bien y el mal, así como sobre los requisitos para un cambio de paradigma. La ética se convirtió en una ciencia de pleno derecho. Desde entonces, el paradigma se ha revisado varias veces, pero la ética pragmática ha gozado de un consenso global, igual que las teorías de la evolución y la relatividad desde su nacimiento. La sociedad se había dotado de universales irrefutables a partir de los cuales empezó a tejerse la trama de la realidad.
También debo aclarar nuestro concepto actual de sociedad, porque he estado utilizando este término de forma negligente, sin tener en cuenta algún posible malentendido. Desde que se impuso la moral universal, sociedad equivale a individuo. Permitimos excepciones, pero existe una norma para la sana evolución de la mente y la vida feliz. El consenso actual es que la regresión no es una variedad saludable, sino una desviación con la que hay que lidiar. Pero, aunque quisiéramos, nuestra terapia génica de última generación no puede evitar la regresión, ya que los avances de la neurociencia y la psicología aún no han identificado con precisión los componentes genéticos de la regresión. No existe un único gen regresivo, sino que su matriz difiere de un paciente a otro. Básicamente, la regresión no es más que un término genérico para referirse al “desarrollo intelectual fallido”, algo habitual en el nivel intelectual de hoy en día. Por lo tanto, la práctica actual es tratarla como una variedad, igual que tratamos la homosexualidad, es decir, simplemente permitiéndo su desarrollo evolutivo natural. Esto se debe a que, frente a la incertidumbre sobre el curso de acción, aplicamos un viejo método: El beneficio de la duda. Es decir, permitimos afecciones aparentemente mórbidas por si acaso se convierten en el siguiente paso en nuestro estado evolutivo o por si pueden darnos la clave para ello. En la práctica, esto significa que la regresión no es tratada en absoluto, sino que se deja que se desarrolle o cure de forma natural. El ochenta por ciento de los pacientes simplemente salen de ella y vuelven a un estado normal al cabo de unos meses o a veces años, y el resto lleva una vida de reclusión variable para su propio beneficio, ya que no puede adaptarse adecuadamente a la sociedad.
Sin embargo, la norma para definir el bien común es meramente matemática. La mayoría de nosotros nos desarrollamos sin regresiones, pero si en el futuro la gente empezara a regresionar con más frecuencia, entonces la regresión se convertiría en la norma y se la consideraría deseable en la sociedad. Hoy en día, el bien común no significa un sistema ideal que deba aplicarse y seguirse, sino simplemente el bien de la mayoría. Además, los pacientes regresivos no están obligados a cumplir con su aislamiento. Algunos de ellos llevan una vida social muy activa, pero debido a las leyes de discriminación positiva, en determinadas ocasiones necesitan asegurarse de que otras personas conozcan su estado para evitar malentendidos. Hay una lista específica de normas de interacción para ellos, que es demasiado larga para enumerar aquí, pero, por ejemplo, no pueden utilizar la aplicación de encuentros y si quieren solicitar un empleo, su condición sale a la luz. Por lo general, una simple etiqueta -Regresión- en su perfil social basta. También se les ofrece ayuda psiquiátrica obligatoria para comprobar su evolución y aprender más acerca de ellos y de su enfermedad. Para la mayoría de ellos, no es más que un contratiempo en sus vidas, que por lo demás transcurren con normalidad. Un poco de aislamiento siempre les ayuda a recuperarse más rápido y a encajar de nuevo en la sociedad.
Erin no habló con Valentin, así que entiendo que no esté interesada. No puedo transmitirle bien las sensaciones que tuve al hablar con él. Más bien se muestra interesada en el hecho de que a mí me interese tanto, pero estoy seguro que le dejaría de daría importancia si yo dejara de hablar de él. No soy una autoridad en ningún área, lo cual es irrelevante, ya que podría acceder a cualquier información pertinente en cuestión de milisegundos y añadirla orgánicamente a mis palabras. Pero estoy escribiendo una novela, así que intento prescindir de la ayuda cibernética y hablar sólo de cosas que conozco bien. Hoy en día, sin embargo, ya no somos ingenuos; todos sabemos todo lo que hay que saber sobre el mundo, y la nueva información se carga y ordena constantemente en la red a la que estamos conectados todo el tiempo. No hay desinformación porque nuestros algoritmos no la permiten. Todo se extrapola un trillón de veces con información anterior antes de entrar en la red. Dejar entrar información falácica sería muy perjudicial al desarrollo intelectual.
Permítanme darles una idea de la situación actual de la biomecatrónica y de la evolución de la superinteligencia. Es importante para explicar mejor la regresión. Los cíborgs son una mera construcción de la ciencia ficción; nunca se dieron en la realidad, porque el nivel tecnológico nunca alcanzó el nivel humano de imprudencia necesario para su creación. Cuando los cíborgs fueron técnicamente posibles, la humanidad ya era más sabia. Las prótesis electrónicas se utilizan en medicina, pero no existen mejoras humanas electrónicas, salvo la memoria cibernética, la cual comentaré más adelante. Nadie quiere añadir artificialidad a su cuerpo biológico. Hemos aprendido que la naturaleza es inimitable y todo lo que hiciéramos para sustituirla se quedaría corto. Hemos aprendido a desbloquear de forma natural el poder del cerebro, pero también hemos aprendido que la inteligencia es sólo una herramienta para la felicidad, por lo que debemos respetar su ritmo natural. Nuestro cuerpo y nuestra mente evolucionan simultáneamente, y no podemos precipitar el proceso. No hay forma de adivinar hacia dónde se dirige exactamente la naturaleza, así que si nos precipitamos, podemos acabar en un callejón sin salida, básicamente extinguiendo a la humanidad.
Esto no significa que no hagamos un buen uso de la electromecánica. Estamos rodeados de todo tipo de dispositivos microscópicos y nanorobots. Hemos aprovechado la naturaleza, pero hemos dado rienda suelta a su único comodín: nuestro cerebro. Además, hemos conseguido controlar todos los factores de la naturaleza, como los virus y las bacterias, e incluso los extraterrestres, como los meteoritos. Las erupciones solares, el calentamiento global y las glaciaciones, los movimientos tectónicos, los volcanes y todas las amenazas posibles para la humanidad están bajo control. Hablaré más dacerca de ello en un capítulo dedicado a las razones de la colonización de Marte, que comenzó ya en su época y tuvo éxito a finales del siglo veintidós. Más tarde el planeta fue recolonizado, pero más al respecto más adelante.
La inteligencia artificial va de la mano de la inteligencia natural. Sin embargo, la tendencia hacia la humanización de las máquinas simplemente se detuvo, porque la humanidad dio un gran salto y la robótica no pudo ponerse a su altura. Las máquinas destacan en el cálculo y la precisión, y los humanos en la toma de decisiones, así que aquí simplemente se adoptó la política de la división del trabajo. Intentar imitar a la humanidad no está prohibido, por supuesto, pero queda relegado a las artes porque los intentos de crear androides con capacidades mentales humanas son simplemente futiles. La nanotecnología simplemente tomó la iniciativa en la mejora humana, y nos hemos convertido en las mejores versiones de nosotros mismos. Sin embargo, el acento se pone en la evolución de nuestras mentes, y no en fines comerciales. Por tanto, no se realizaron monstruosidades en pos de la ciencia. Al fin se tomó en serio el valor estético de la biodiversidad, lo que llevó a que las personas no renunciaran a su belleza natural; la belleza con la que la naturaleza las había dotado y que las hacía únicas.
El envejecimiento y la acumulación de daños celulares también se han invertido. El rejuvenecimiento corporal ha superado la velocidad de escape de la longevidad, lo que significa que la esperanza de vida ha aumentado espectacularmente. Básicamente podríamos vivir para siempre, si no fuera por el cerebro, que está programado para la mortalidad. En la práctica, esto significa que hoy en día tenemos personas de ciento cuarenta años que parecen de treinta, muriendo de derrames cerebrales. El daño cerebral es casi exclusivamente la única causa de muerte que tenemos. Los hombres tienden a morir más jóvenes, en torno a los ciento treinta años en promedio, mientras que la esperanza de vida media de una mujer es de ciento cincuenta años. El segundo tipo de muerte es la eutanasia, es decir, el suicidio por apatía psíquica ante la vida. Sin embargo, tenemos algunos inmortales. La persona más vieja de la Tierra es actualmente un hombre de doscientos diez años. Las personas son etiquetadas como inmortales tras superar el umbral de los ciento ochenta años. Representan el dos por ciento de la población mundial y son una inspiración para los demás. Sin embargo, nadie puede decir con certeza para qué vivimos y cuál es el fin último de la vida, y por eso la regresión es un fenómeno tan fascinante para mí, porque creo que nos permite observar nuestro futuro a través de nuestro pasado.
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