Regresión – Capítulo Tercero

Hoy encontré a Valentin de un humor diferente. Estaba taciturno, aunque seguía siendo amable. Se alegró de verme, pero no pudo ocultar su abatimiento. Parecía complacerse en contagiarme su mal humor. Sin que lo animase en lo más mínimo, empezó a verter sus pensamientos, provocando una situación sin precedentes en mi vida. No tuvo distancia ni respeto por su propia intimidad. Se boicoteó emocionalmente e intentó utilizarme como cómplice y, sin embargo, escucharlo fue fascinante. Empezó diciéndome que se sentía solo y frustrado porque ninguna mujer que cruzó su camino fue capaz de adaptarse a su sensibilidad. En general lleva una vida aislada porque no puede encajar en la sociedad, e incluso los psiquiatras lo considern un tanto peligroso para sí mismo como para los demás. Le aconsejaron, por su propio bienestar, que aislara su comportamiento autodestructivo y lo neutralizara en la mayor medida de lo posible. Por eso trabaja con caballos, por sus propiedades terapéuticas. Me contó que, de hecho, es un músico nato y que ésta habría sido su carrera de no ser por su estado mental.

“Por lo visto, la música no calma tanto a las fieras como los caballos”. – bromeó sarcásticamente.

Prácticamente se vio obligado a trabajar y vivir en el picadero, y dejó de dar conciertos porque la gente le molestaba demasiado. En su lugar, dedica su tiempo libre a componer canciones. Tocó en la guitarra una canción que acababa de componer y, la verdad, fue la melodía más bonita que oí en mi vida. Le pregunté si a veces les pone letra y me contestó sin rodeos: “Todas tienen letra, pero la gente no las entiende, así que las canto en silencio”. Por supuesto, hay resentimiento por su parte; el público no lo entiende, así que se muestra ambivalente con sus obras. Por un lado, le ayudan a descargar emociones fuertes y, por otro, siente que las desperdicia en gente que no lo aprecia. Sin embargo, dijo: “Sigo esperando que mis canciones me rediman y enseñen a la gente a mirar un poco desde mi perspectiva para poder tener una conexión real.”

Ahora bien, tengo que explicar algo sobre nuestra era que difiere de la suya. A principios de su milenio, se hizo mucho hincapié en la diversidad y la tolerancia como claves de la sociedad, pero este paradigma perdió fuerza rápidamente y resurgió la normalidad. La sociedad de su era aún está librándose de una lacra que la viene asolando durante milenios: la discriminación negativa. El problema es que ustedes todavía no han adoptado el concepto de discriminación positiva, por lo que se van por la tangente sólo para caer en el relativismo. La indulgencia está a la orden del día, lo que significa una especie de nihilismo de facto: no existe un bien y un mal universal, sino que algo es bueno para alguien y malo para otro. De este modo, la moral y la ética caen sencillamente en desuso. La gente se vuelve aún más fanáticamente religiosa para intentar compensar; confían en sus dioses inventados en un intento de encontrar consuelo ante la incertidumbre moral que prevalece en la sociedad. Viven, en esencia, en una nueva Edad Oscura. Pronto habrá un resurgimiento de las viejas religiones y, debido a su intransigencia, el protestantismo prevalecerá sobre el catolicismo, que es demasiado benigno para sobrevivir en estos tiempos. La gente no la toma lo suficientemente en serio, por lo que en un par de generaciones llegará a ser tan relevante como la astrología para la sociedad. Pero el protestantismo y nuevas religiones tomarán el relevo y moralizarán a la sociedad. Esto durará casi un siglo hasta que la gente comprenda que la discriminación no es mala en absoluto, sino necesaria.

La discriminación positiva fue un movimiento artístico y filosófico que comenzó a mediados del siglo XXII. Eliminó todo el oscurantismo de las religiones hasta despojarlas de esoterismo y dejar sólo la razón y la ética. Se adoptó entonces un sistema ético universal. El mundo ya estaba muy globalizado, así que esto ocurrió rápidamente. Algunas personas rechazaron o estuvieron en parte en desacuerdo con la nueva ética, pero ésta sobrevivió y fue moldeada por intelectuales de todo el mundo. Nació de este modo un nuevo periodo de ilustración y la gente volvió a interesarse por saber qué tenían para decir los filósofos. Los debates sobre la existencia y la inexistencia, la moral frente a la ética, tomaron más importancia que los viejos debates sobre el islam frente al cristianismo o el comunismo frente al capitalismo. Las sociedades empezaron a centrarse en las cosas que importan. Desde entonces, todo el tiempo ha existido una moral universal determinada que, sin embargo, puede variar ligeramente en distintos individuos, de ahí el término: discriminación positiva.

Esto no quiere decir que hoy ser carnívoro y ser vegetariano sean opciones éticas equivalentes, ya que sabemos que comer carne es éticamente inferior. Primero aceptamos esta jerarquía y sólo después toleramos esta acción. Ya nada es relativo, pero todo tiene un valor ético. La homosexualidad no tiene cura genética porque no es una enfermedad de la que haya que librarse. La toleramos en personas que han nacido así, pero sabemos que la homosexualidad tiene un valor inferior para la sociedad que la heterosexualidad, y esto por simple matemática: la homosexualidad contribuye a mejorar la sociedad al aportar diversidad, pero si todo el mundo naciera con esta inclinación, la procreación sería un gran problema. Esto no significa que las personas de orientación diferente sean infravaloradas; al contrario, son muy valoradas en la sociedad. Pero la homosexualidad se considera una desviación o un comodín que podría cambiar radicalmente la sociedad si se generalizara. Por eso se la diferencia, es decir, se la discrimina positivamente, de la heterosexualidad. Pero, repito, esto es simple matemática, porque los homosexuales son una minoría, pero si se convirtieran en mayoría, como lo permite nuestro sistema social, el paradigma cambiaría y la heterosexualidad pasaría a ser éticamente inferior, es decir, peligrosa para el status quo de la sociedad. No se trata en absoluto de relativismo, sino de ética pragmática. Desde el momento en que la ética, y no un dios ficticio, rige la moral, todo se vuelve más lógico. La moral evoluciona igual que la ética, pero eso no significa que todo sea relativo; simplemente significa que no sabemos cómo evolucionaremos como seres humanos y, aunque lo supiéramos, la moral no puede imponerse a la gente. Quizá en el futuro todos seamos andróginos o incluso asexuales, pero por ahora la heterosexualidad es paradigmático.

Le pregunté a Valentin si era capaz de hacer frente a su vulnerabilidad e intentar adaptarse a la sociedad. Le dije que, a pesar de nuestro estado mental, todos podemos cambiar las actitudes que nos son desfavorables, y me contestó:

“Cuando alguien te apunta con una pistola y te pide dinero, ¿te sientes libre?”.

“Todavía puedes elegir no hacerlo. – Dije: “Siempre puedes elegir”.

“Sí, en este caso arriesgando tu vida. ¿Pero es ésta la verdadera libertad?”

“Creo que la libertad siempre conlleva algún riesgo. Puedes decir lo que piensas, pero puede que a alguien no le guste y te mate por ello. Puedes salir de casa, pero te arriesgas a tener un accidente en la calle. Ejercer tu libertad siempre conlleva riesgos”.

“Sí, eso es exactamente lo que quiero decir. El riesgo, en los casos que describes, es mínimo comparado con las ganancias potenciales. Por eso son acciones libres, porque ambas posibilidades son igualmente beneficiosas: puedes callarte y vivir en paz o expresar tu opinión y exponerte a enfrentamientos. Puedo sentarme cómodamente en casa o salir para obtener algo del mundo exterior. Pero si hay que elegir entre comida sana y veneno, es una elección falaz, porque entonces la pregunta deja de ser: ¿Qué prefiero consumir? y se convierte simplemente en: ¿quiero vivir o no? Y si sugerimos que la mayoría de nosotros en general quiere vivir, no es una elección en absoluto. Estamos obligados a algo, igual que los animales están condenados a cazar su comida o a esconderse de los predadores. Entonces no hay verdadera libertad”.

“Pero en este sentido amplio, siempre actuamos forzados. Las hormonas guían nuestras elecciones, por ejemplo nos empujan a que nos guste alguien más que otras personas, y las papilas gustativas hacen que saboreemos algunos alimentos y otros no. Eso es determinismo. Entonces no hay libertad en absoluto”.

“Y, sin embargo, la hay. Prueba de ello es que podemos elegir cosas malas para nosotros. Por ejemplo, tomar voluntariamente sustancias que debilitan el cuerpo y aumentan la susceptibilidad a la enfermedad, o también renunciar a nuestra comodidad para luchar en nombre de algún ideal. Tales comportamientos pueden justificarse por el determinismo de la creencia en recibir beneficios a cambio. Es cierto que narcotizarse proporciona una satisfacción inmediata y que atenerse a los propios principios proporciona fuerza emocional, todo ello en el marco del libre albedrío, si uno es consciente del peligro inminente y aún así asume el riesgo; al contrario de una persona que come setas venenosas pensando que son comestibles. Al hacer una mala elección, están ejerciendo la libertad última. Esta es la paradoja de la elección: hay determinismo en los esclavos que no quieren escaparse, pero no lo hay en los esclavos que huyen. Los primeros básicamente no tienen otra opción que ser esclavos. Saben que serán golpeados o asesinados si intentan escapar, por lo que no existe una verdadera libertad de elección para ellos porque el riesgo es demasiado grande: están destinados a ser esclavizados. Pero los esclavos que escapan asumen el riesgo, recuperando su libertad, no desde el momento en que logran escaparse, sino desde el momento en que lo deciden . De este modo, la libertad nace del determinismo: cuando decidimos perderlo todo para ganar algo que está fuera de nuestro alcance actual. ¿Entiendes?”

Entendí perfectamente y quedé impresionado por el poder mental de Valentin. Su lógica es sólida, aunque no conducce a nada positivo. No hay una conclusión práctica para su línea de pensamiento, por muy hermosa que sea. Al igual que los regímenes comunistas despóticos abusaron de las teorías de Marx y los pensamientos esotéricos de Nietzsche condujeron al relativismo moral, los pensamientos de Valentin, aunque sólidos, son intrínsecamente peligrosos debido a su turbidez. Tales pensamientos ambiguos pueden conducir a resultados positivos o negativos, dependiendo de su interpretación, y esto es un delito en la sociedad actual: los filósofos son responsables de sus pensamientos, al igual que los arquitectos son responsables del edificio que diseñan. En el pasado, muchos textos filosóficos se prestaban a malas interpretaciones, lo que los hacía tan peligrosos como un cuchillo en la mano de un mono, porque no cabe duda de que seguimos siendo sólo monos.

Pero nosotros, los monos del futuro hemos aprendido a guardar el cuchillo. Los filósofos modernos no dejan cabos sueltos en lo que concierne a pensamientos. No tratan de decir cosas que nos den a pensar, pero sí de aclarar sus reflexiones . No caen en la trampa de la vanidad intelectual, dejando enigmas sin resolver, sino que desean enriquecer la sociedad practicando las enseñanzas de Lao Tzu: para guiar a alguien, ve detrás de no delante de él.

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soyjuanma86

I'm a writer born in Argentina, but currently living in Poland. I work as an English and French teacher, translator and copywriter.

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