(El sonido de la radiación cósmica de fondo se escucha durante cinco segundos, como si se sintonizara una emisora de radio. Este se desvanece gradualmente a medida que habla el narrador).
El año es cuatro mil trescientos cincuenta y uno. Hoy en día, al registrar novelas, escribimos números en letras; no mezclamos las matemáticas con la literatura. Tampoco habrá una introducción casual de esta narración. Nadie se despertará, se pondrá las zapatillas y se preparará un café, solo para que poco a poco ustedes se den cuenta de que el café en cuestión no es un café normal, sino futurista. Desde el vamos, debo decirles que vivimos en lo que llamarían una utopía. Ahora bien, si son curiosos, lo que es de suponer, ya que eligieron este libro entre todas las actividades sensoriales de su época, probablemente ya se les hayan ocurrido dos preguntas inevitables: ¿Cómo es que me dirijo a un público del pasado? O, desde su punto de vista: ¿Cómo es que les escribo desde el futuro? Y en segundo lugar: ¿Hacen falta más de dos mil años para alcanzar una utopía? Para algunos puede parecer un periodo demasiado largo el que necesita el mundo para salir de su estupidez, mientras que para otros es un alivio saber que la humanidad sobrevivió a sí misma; que por fin pudimos aprender a vivir en armonía.
Para responder a su primer pregunta, tengo que aclarar que no existen universos paralelos. También debo disculparme si el tono de mi narración es paternalista, pero no estoy especialmente contento con la tarea que se me ha encomendado: Retroinstrucción. En palabras sencillas, esto significa interferir en el pasado de forma no invasiva para poder mejorar nuestro presente. Es una idea casi quijotesca, porque hay que esforzarse demasiado para obtener resultados mínimos. Es cierto que se han evitado algunas catástrofes atómicas gracias a este método, pero no hay casi nada que puedan hacer en su tiempo que nuestra tecnología no pueda arreglar. La evolución es un poder que no se puede contener, y el objetivo de esta novela es simplemente demostrárselo. Así que la teoría de los universos paralelos no es más que otro percance del hecho que los humanos tengamos cerebro: A veces nos dejamos llevar demasiado por nuestra imaginación. Incluso lógicamente es imposible que haya múltiples universos, o multiversos, porque si los hubiera, cada uno sería un único universo, desconectado del resto, lo que significa que, en última instancia, no habría ninguna diferencia. Bastante tenemos ya, lidiando con nuestra realidad, como para agobiarnos con hipótesis improbables que no nos influyen en absoluto. No hay forma de que otros universos, si existen, puedan conectarse con el nuestro, y si por casualidad descubriéramos que hay universos paralelos, entonces simplemente pasarían a formar parte del nuestro y dejarían de ser universos porque el concepto lógico de uni-verso es que solo hay uno. Así que, basta ya de esta falsa paradoja tan popular en su época.
¿Cómo me comunico con ustedes? ¿Cómo es que un libro del futuro está disponible en su red? Explicar esto requeriría otro libro, uno científico que por ahora no son capaces de comprender intelectualmente, pero se lo explicaré en pocas palabras y luego pasaremos a la novela. El formato de novela fue elegido porque es muy popular en su época. Están en un periodo evolutivo empático, en el que permiten al intelecto ser continuamente saboteado por emociones, y por eso las novelas son una buena forma de mostrarles algo relevante de una manera que sus sentimientos condicionados no lo saboteen.
Así pues, el tiempo es un continuo en el que coexisten la información de nuestro presente: observaciones sensoriales, o sea lo que vemos, oímos y sentimos ahora mismo; junto con la información de nuestro pasado: registros, recuerdos, etc., y la información futura: predicciones y especulaciones. Aquí entra en juego la perspectiva. Cuanto más nos acercamos a nuestro presente, menos fiable es la información porque no tenemos ninguna perspectiva. Estamos en el epicentro del acontecimiento, formando parte del mismo, por lo que, lógicamente, no podemos analizarlo, porque su mero análisis cambiaría su naturaleza, igual que medir un electrón cambia su carga. Básicamente, no podemos fiarnos de lo que vemos ahora, pero sí de lo que vimos en el pasado y de lo que veremos en el futuro. Ahora bien, mirar hacia el futuro es un poco más complicado. Para visionar el pasado, solo necesitamos métodos de grabación fiables, que ya existen en su época. La información puede conservarse intacta indefinidamente gracias a su tecnología actual. Pero para visionar el futuro, se necesita una buena herramienta de observación, un espéculo fiable. La herramienta más avanzada que tenemos, incluso hoy en día, es nuestro cerebro, así que lo aprovechamos. A veces se producen grandes saltos en la evolución mental de algunos individuos. Estos pensamientos evolucionados se pierden en una sociedad poco receptiva; lo que comúnmente se denomina “adelantarse a su tiempo”. De este modo, algunos de sus intelectuales dejaron inconscientemente, en su red de información, puntos de retroalimentación de las que nos servimos para enviar mensajes. Estas retroalimentaciones tienen frecuencias y amplitudes con las que necesitamos sincronizarnos si queremos transmitir cualquier cosa, por lo que no podemos simplemente enviar cualquier información que deseemos. Hay que respetar el lenguaje y la intención, por lo que jaqueamos cualquier obra literaria con el formato perfecto para nuestro mensaje. En este caso, encontramos una novela de ciencia ficción llamada Regresión, que tiene algunas visiones precisas del futuro, y que básicamente estoy sobrescribiendo. Es necesario un proceso complejo de sincronización para lograr cohesión; algo así como manipular la melodía sobre los acordes de una canción. Por eso era tan importante encontrar un buen libro en primer lugar. Como ya he dicho, el formato novela es el más eficaz, porque es omnipresente en su época y es la forma de expresión intelectualmente más evolucionada que tienen en este momento, así que mi mensaje está adaptado a él.
Para aclarar cómo funciona este proceso de sobrescritura, tengo que recordarles que la memoria es muy maleable. Por lo general, recordamos recuerdos de recuerdos, e incluso podemos cambiar nuestro pasado a través de la remembranza. Las palabras que escribe un escritor adquieren un nuevo significado una vez que son plasmadas en la página. El escritor rara vez recuerda lo que escribió durante ese trance, aunque sí recuerda acerca de qué escribió. Ahí es donde entro yo. Los temas y tópicos de este escrito son los mismos, pero la exactitud de la información la imparto yo. Esto se llama comúnmente inspiración, pero no debe confundirse con la inspiración divina de un dios imaginario. Los dioses y las profecías no fueron más que un engaño realizado por personas que comprendían la mecánica de la escritura y la naturaleza escurridiza de la memoria. Quizá hable de religión más adelante, pero baste decir por ahora que la sociedad actual es cien por cien agnóstica: no sabemos ni sabremos nunca acerca de cosas que no vemos, aunque podemos especular y teorizar metafísicamente. El proceso de sobreescritura comienza en el momento en que el escritor sube su escrito a Internet. Si existen copias impresas, permanecen inalteradas, ya que solo se puede alterar el formato digital. Esta es otra limitación que tenemos al sobrescribir, porque si el libro se publica tanto en línea como fuera de línea, las versiones coexisten como ediciones diferentes del mismo libro, lo que puede provocar incongruencia intelectual. Por eso no alteramos libros cuyos originales existían masivamente en forma escrita en el momento de su publicación en línea. El escritor puede ser engañado mediante este proceso de memoria retroactiva y creer ser el autor del libro, pero no podemos engañar a terceros que han interpretado y analizado el libro. Repito: Se trata de una cuestión de perspectiva; es más fácil ser objetivo cuando vemos a alguien hacer algo que cuando somos nosotros quienes lo hacemos. En cierto modo, podríamos decir que toda nuestra vida es un trance, y rara vez salimos de él para analizarla adecuadamente mediante el pensamiento objetivo. Generalmente, actuamos primero y creamos recuerdos después, mientras dormimos o rememoramos. Hoy en día, es muy fácil cambiar los recuerdos de alguien introduciendo imágenes virtuales mientras duerme. La naturaleza de la memoria es tan intangible que los psicólogos actuales la consideran una mera construcción psíquica, una pasada que nuestra mente nos juega para mantener la cordura. Esta ilusión es similar a la de una película, que termina en un punto climático determinado en lugar de prolongarse eternamente. Nuestros cerebros solo pueden manejar fragmentos de realidad bien definidos. Los psicólogos lo llaman el fenómeno del vaso en el océano. Solo podemos asimilar pequeñas cantidades a la vez, pero nuestros cerebros son muy potentes y nos permiten concentrarnos en un vaso yacente en el fondo del océano. Podemos analizar lo que hay dentro del vaso, pero no podemos acaparar todo el océano. Por eso construimos vasos imaginarios siempre que podemos, para poder comprender lo que hay dentro. Esto se debe a la naturaleza analítica de nuestros cerebros, que tienden hacia la concentración de pensamiento. Hoy, sin embargo, proponemos la disipación de pensamiento como una herramienta más valiosa para comprender el mundo y a nosotros mismos.
Cambiando de tema, la retroalimentación no es más que una forma de entrelazamiento cuántico, posible gracias a la estrecha interconexión entre la energía y la información. Básicamente, no hay forma de transportar información sin energía. Las partículas transportan información del mismo modo que los glóbulos rojos llevan oxígeno al cerebro, solo que las partículas pueden viajar muy rápido y así conectar dos puntos separados por dos mil años en cuestión de minutos. En nuestro tiempo presente, estamos entrelazados con nuestro futuro, de forma que comprobamos dos veces todos nuestros proyectos hasta tal punto que logramos reducir el riesgo de fracaso de nuestros emprendimientos a un cero coma cero nueve por ciento. Todavía queda un ligero porcentaje de error debido a la impredecibilidad de la naturaleza y a las posibles interferencias que pueden ocurrir al comunicarse con el futuro o el pasado. El lapso máximo de tiempo en el que podemos comunicarnos prácticamente sin interferencias es de mil años, pero incluso un lapso de dos mil años es posible con la tecnología actual, así que estoy seguro de que recibirán este mensaje en condiciones adecuadas. Respondiendo a su segunda pregunta: Los humanos no pueden destruir el mundo. Pueden destruirse a sí mismos, y lo hacen, cada día en su era actual, pero el instinto autodestructivo supera al destructivo. Basta con mirar sus leyes; son más severas con la gente que daña a sus seres queridos, lo que significa que hay una tendencia en los humanos a hacer daño a lo que les es más cercano. Casi no hay aleatoriedad en la violencia; la gente no mata por diversión a menos de estar psíquicamente enferma. El tratamiento de las enfermedades psiquiátricas va por buen camino en su era. El diagnóstico precoz es muy importante, junto con el tratamiento hormonal, para compensar las deficiencias naturales. La mejora hormonal, al igual que la genética, fue una fase importante de nuestra evolución, y gracias a ello, hoy en día, somos una especie sana que vive en armonía con el mundo. Después de haber leído esta novela, no podrán negar la armonía en que vivimos, pero supongo que algunos de ustedes podrán estar ahora cuestionando su carácter ético. ¿Es ética la armonía? Ese es el objetivo de este libro. Convencer a sus corazones de la bondad de la armonía y de por qué hay que adoptarla.
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